Nadie se da un atracón de lechuga

Estefan Psicólogo Madrid


Bueno casi nadie.

Según Agras y Robinson (2018) el trastorno por atracón (TA) fue descrito por primera vez en 1959, pero no fue considerado un trastorno en el DSM hasta la versión V, publicada en 2013, esto indica que hay menor cantidad de datos sobre el curso a largo plazo del trastorno y sobre la eficacia de los tratamientos disponibles comparados con los datos relativos a Anorexia nerviosa y Bulimia nerviosa debido a la tan reciente inclusión del TA en el DSM.
Tanto pacientes como profesionales han indicado que desconocen este tipo de diagnóstico, o no lo consideran como un problema grave, además la vergüenza característica del trastorno puede dificultar que el paciente pida ayuda (Davis et al., 2020).

El TA puede ser invisible, la persona siente vergüenza y culpa acerca de sus patrones de alimentación y esto puede dificultar que pida ayuda. También pueden no saber que el TA es un trastorno y que hay tratamientos para ello (Citrome, 2019). Esto se puede solucionar con educación sobre el trastorno y proporcionando recursos para entenderlo mejor para así evitar que pase inadvertido.

La característica principal del trastorno son los episodios recurrentes de atracones que deben producirse, de promedio, al menos una vez a la semana durante tres meses. Un «episodio de atracón» se refiere a la ingesta de una cantidad de alimentos que es claramente superior a la que la mayoría de las personas ingeriría en un período similar y en circunstancias parecidas (American Psychiatric Association, 2013). Estos atracones también pueden ser subjetivos, cuando la persona pierde la sensación de control, comer un donut después de haberse lavado los dientes y metido en la cama para dormir puede llegar a considerarse como atracón subjetivo si a la persona le genera un malestar intenso, aunque sean pocas calorías.

No obstante, conviene señalar que el TA es el trastorno de conducta alimentaria más común (Lindvall Dahlgren et at., 2017).

Un resultado principal del estudio de Giese et al. (2014) fue que la publicidad de alimentos no saludables estaba principalmente relacionada con el consumo de alimentos no saludables y, de manera correspondiente, los anuncios de alimentos saludables estaban principalmente asociados con el consumo de alimentos saludables.
Las campañas de marketing son cada vez más eficaces a la hora de vendernos un producto, las hamburguesas de la foto son cada día más apetecibles y saben cada vez mejor, la comida deja de convertirse en un estímulo para convertirse en un “superestímulo” al que nos resulta difícil resistirnos.
Un ejemplo de esto es que uno de los propósitos de la investigación en industria alimentaria es encontrar los “bliss points” o “puntos de felicidad” que se refiere a la cantidad específica de ingredientes como azúcar, grasa o sal en un alimento para optimizar la satisfacción del consumidor, creando así una experiencia de sabor altamente placentera, por esto algunas salsas para pasta llevan más azúcar que algunos helados (Wood et al., 2021).

Nadie se da un atracón de lechuga, Bjorlie et al. (2022) afirma que aunque la mayoría de los alimentos que se encuentran naturalmente son apetitosos, los alimentos hiperapetitosos (HPF o hyper-palatable food) se consideran recompensas potentes capaces de estimular en exceso los sistemas de recompensa. Los HPF contienen combinaciones de ingredientes inductores de palatabilidad, como grasas, azúcar, sal y/o carbohidratos, en niveles moderados a altos que crean sinergias para generar una experiencia alimentaria artificialmente mejorada. Su estudio contrasta con la literatura existente e indican que los alimentos ricos, sabrosos y basados en comidas pueden ser consumidos principalmente durante episodios de atracones, seguidos de snacks salados y almidonados. En promedio, las personas consumieron 2,339 calorías durante los episodios de atracones en el presente estudio, una gran parte de estas calorías provenía de HPF. Además, el consumo continuo de HPF con el tiempo podría potencialmente exacerbar la patología de los atracones al desregular los procesos de refuerzo alimentario, dejando a las personas con una motivación aún mayor para consumir HPF y tener peor relación con la comida.

Los datos de Meule et al. (2018) concuerdan con las explicaciones de condicionamiento clásico que proponen que las señales alimenticias representan estímulos condicionados que desencadenan una respuesta condicionada (por ejemplo, el deseo de alimentos) y que estas asociaciones son más fuertes en individuos con atracones de comida que en individuos saludables, esta diferencia elevada a las señales alimenticias puede aumentar la probabilidad de participar en atracones de comida.

Hilbert et al. (2020) descubren en su metanálisis sobre distintas terapias como la cognitivo conductual, interpersonal, dialéctica conductual, terapia de conducta, autoayuda estructurada, entrevista motivacional, entrenamiento en comer consciente (mindfull eating), terapia de imagen corporal y EMDR entre otras consiguen reducciones significativas en el número de atracones, sintomatología del trastorno, depresión y peso en los siguientes 12 meses tras el tratamiento

• Referencias

American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.). https://doi.org/10.1176/appi.books.9780890425596

Agras, W. S., & Robinson, A. H. (2018). The Oxford Handbook of Eating Disorders (2nd ed.). Oxford University Press, USA.

Bjorlie, K., Forbush, K. T., Chapa, D. a. N., Richson, B. N., Johnson, S. a. M., & Fazzino, T. L. (2022). Hyper‐palatable food consumption during binge‐eating episodes: A comparison of intake during binge eating and restricting. International Journal of Eating Disorders, 55(5), 688–696. https://doi.org/10.1002/eat.23692

Citrome, L. (2019). Binge eating disorder revisited: what’s new, what’s different, what’s next. CNS Spectrums, 24(S1), 4-13. https://doi.org/10.1017/s1092852919001032

Davis, H. A., Graham, A. K., & Wildes, J. E. (2020). Overview of Binge Eating Disorder. Current Cardiovascular Risk Reports, 14(12). https://doi.org/10.1007/s12170-020-0064-2

Giese, H., König, L. M., Tăut, D., Ollila, H., Băban, A., Absetz, P., Schupp, H. T., & Renner, B. (2014). Exploring the Association between Television Advertising of Healthy and Unhealthy Foods, Self-Control, and Food Intake in Three European Countries. Applied Psychology: Health and Well-Being, 7(1), 41–62. https://doi.org/10.1111/aphw.12036

Hilbert, A., Petroff, D., Herpertz, S., Pietrowsky, R., Tuschen‐Caffier, B., Vocks, S., & Schmidt, R. (2020). Meta‐analysis on the long‐term effectiveness of psychological and medical treatments for binge‐eating disorder. International Journal of Eating Disorders, 53(9), 1353-1376. https://doi.org/10.1002/eat.23297

Lindvall Dahlgren, C., Wisting, L., & Rø, Y. (2017). Feeding and eating disorders in the DSM-5 era: a systematic review of prevalence rates in non-clinical male and female samples. Journal of Eating Disorders, 5(1). https://doi.org/10.1186/s40337-017-016-7

Meule, A., Küppers, C., Harms, L., Friederich, H., Schmidt, U., Blechert, J., & Brockmeyer, T. (2018). Food cue-induced craving in individuals with bulimia nervosa and binge-eating disorder. PLOS ONE, 13(9), e0204151. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0204151

Wood, B., Williams, O. D., Nagarajan,
V., & Sacks, G. (2021). Market strategies used by processed food manufacturers to increase and consolidate their power: a systematic review and document analysis. Globalization and Health, 17(1). https://doi.org/10.1186/s12992-021-00667-7